Todos tenemos un mecanismo de supervivencia que nos conecta con los sucesos de nuestro pasado de manera inconsciente. De la misma forma que nuestra memoria olfativa nos puede transportar a un lugar o situación específica, los colores tienen el poder de hacernos sentir y reaccionar a situaciones vividas que generaron determinado comportamiento fisiológico. Esta asociación se hace gracias a nuestra memoria emotiva.
Esta nos sirve de guía en muchas de nuestras decisiones por medio de sensaciones y emociones. De hecho, las emociones pueden ser entendidas como “el fundamento de la motivación, aquello que nos predispone a querer alcanzar determinados objetivos y evitar ciertas experiencias”.
El espacio donde habitamos está de manera constante interactuando con nuestra memoria emotiva. La forma en la que lo configuramos y los colores que elegimos, son resultado de los sentimientos y sensaciones que esta memoria nos evoca.
La memoria emotiva es individual y no transmisible.
La psicología del color ampliamente estudiada por la neurociencia revela, que de manera histórica y cultural, nuestra memoria colectiva asigna atributos y propiedades a los colores – el blanco da paz, el verde esperanza, por citar algunos ejemplos -. Esto es una herramienta eficaz para trabajar diseño orientado a grupos con objetivos específicos. Tal es el caso de los ámbitos de trabajo y comercial, en donde la neurociencia es la madre guía del uso del color.
No pasa igual cuando hablamos del individuo. Es precisamente esa individualidad del ser humano que lo hace fascinante. En este caso, debemos apelar a la memoria emotiva. Independientemente de los atributos asignados y aprendidos de los colores, ésta es quien domina la forma en la que opera cada color dentro de nuestra mente, afectando así nuestras decisiones.
Esto explica por qué todos tenemos predilección por colores distintos. Ese color que llamamos favorito está determinado por una carga emocional. Por un vínculo con algún sentimiento, algún suceso que nos marcó de manera importante. Nuestra memoria emotiva lo usa como recurso de supervivencia para proveernos alegrías y bienestar. Lo mismo en el caso contrario, cuando sentimos rechazo o disgusto por colores específicos, es nuestra mente ayudándonos a evitar y a bloquear esas sensaciones incómodas que no queremos revivir.
Colores neutrales y minimalismo
Aquí entra la eficacia comprobada que tienen los espacios de colores neutrales minimalistas. La renuncia a usar abundancia de objetos y colores brillantes está pautada por el reconocido atributo que tienen estos colores para generar emociones neutras. Provocan un estímulo a favor del descanso, de la reflexión y del orden de pensamiento meditativo. Por consiguiente, nos ayuda a tomar decisiones más inteligentes y a pensar claramente.
Nuestros colores favoritos siempre pueden ser usados de manera objetiva y cautelosa. De esta manera, creamos picos emocionales positivos que activen nuestras neuronas de inteligencia. Logramos así, conectar con un escalón más elevado de conciencia que actúa sobre nuestra productividad y coherencia.
Hogares y espacios de trabajo con mayor claridad, menos distracciones, uso eficiente de los objetos y los colores. Son espacios de alto desempeño que logran conectarnos con nuestros talentos y capacidades. Nos hacen altamente productivos, nos proveen un espacio sano, donde se puede experimentar plenitud mientras alcanzamos felicidad y mejor calidad de vida.
| Imágenes: Unsplash
One thought on “Colores y memoria emotiva”