Hasta hoy, pocos éramos conscientes de que pasamos alrededor del 90% de nuestro tiempo en el interior de edificios que no están pensados, diseñados ni construidos para hacernos sentir bien. Desde nuestra propia vivienda hasta colegios, universidades, oficinas, comercios, hospitales, residencias… Por regla general, la arquitectura responde a condicionantes económicos, normativas y lineamientos en lugar de priorizar el confort y bienestar de los usuarios.
El confinamiento ha hecho que nos demos cuenta de que nunca debimos cerrar ese balcón o terraza de nuestra casa que considerábamos espacio perdido. Que empecemos a valorar la entrada luz natural, la ventilación cruzada o una correcta distribución interior, y es que hemos comenzado a asociar la arquitectura con calidad de vida.
En los últimos años estamos escuchando hablar de Neuroarquitectura como una nueva “doctrina” surgida de la necesidad de mejorar las condiciones ambientales para fomentar el bienestar y armonía del individuo en el entorno. Sin embargo, su origen se remonta a la década de los 50.
Neuroarquitectura es Neurociencia aplicada a la Arquitectura, una disciplina emergente que estudia cómo los espacios que habitamos afectan a nuestra salud física, mental y emocional con el fin de proyectar ciudades, edificios e interiores que mejoren nuestro bienestar y calidad de vida.
Las investigaciones avanzan a la par que los estudios científicos relacionados con el cerebro. En los últimos 20 años estamos descubriendo más sobre éste y sus procesos que en el resto de la historia de la humanidad, por lo que la Neuroarquitectura está en plena ebullición.
Debemos saber que todo lo que percibimos a través de los cinco sentidos afecta de forma inconsciente a nuestras emociones, produciendo de forma automática una sensación de bueno o malo, de agradable o desagradable, de aceptación o rechazo… Esto es algo que no podemos evitar porque se produce a nivel neuronal mediante una serie de complejos mecanismos que todavía se están descubriendo e investigando.
A día de hoy, la unión entre arquitectos, diseñadores, neurólogos, biólogos, psicólogos y también antropólogos, está ayudando a que comprendamos mejor cómo percibimos el mundo que nos rodea, cómo nos movemos en el espacio, cómo éste condiciona nuestra capacidad para pensar, razonar y resolver problemas y también cómo afecta a nuestro comportamiento. Esto nos ayuda a proyectar mejor nuestras ciudades, edificios e interiores.
Hoy, como consecuencia de la pandemia que estamos viviendo, los profesionales del ámbito de la arquitecura y el diseño debemos ser más conscientes de la enorme responsabilidad que conlleva nuestro trabajo. Ahora sabemos que el impacto en el ser humano a nivel individual y colectivo es mayor de lo que imaginábamos, por lo tanto, debemos cambiar urgentemente nuestra forma de diseñar y construir.
Confinamiento, distanciamiento social, cambio climático, sostenibilidad y accesibilidad serán puntos clave que los arquitectos y diseñadores debemos comenzar a manejar e implementar desde ya.
Tenemos por delante grandes retos y debemos estar preparados. La Neuroarquitectura nos puede ayudar a proyectar ciudades, edificios e interiores de manera más humana. Es momento de diseñar para la mente.